Las obsesiones pueden ir acompañadas de compulsiones o rituales.

Es decir, tal vez, ante la ansiedad que estos pensamientos te producen, realizas acciones (lavarte las manos, ordenar objetos, comprobaciones, etc.) para intentar calmarla, pero a pesar de hacer estas compulsiones la ansiedad sigue apareciendo una y otra vez.

El efecto balsámico del ritual cada vez dura menos y necesitas hacerlo más.

Los rituales también pueden ser mentales, es decir, piensas algo para intentar neutralizar aquello que temes.

Los rituales pueden ser reparadores de algo que temes que ya ha ocurrido, por ejemplo, lavarte las manos porque temes haberte contaminado.

O bien, propiciatorios porque favorecen que algo no suceda. Por ejemplo, decir una palabra para que no suceda una desgracia, o comprobar algo muchas veces para no equivocarte.

Hacer estos rituales te provoca malestar, te roban tiempo de tu día a día, interfieren en tus rutinas, o incluso condicionan tus relaciones sociales (familia, amigos, trabajo).

Entiendes que es exagerado, pero no puedes dejar de hacerlo.